viernes, 25 de junio de 2010

Arianne Basualdo "Toy Story 3": una tercera entrega fiel.

Me es difícil expresar el sentimiento que tenia con esta tercera entrega de Toy Story. Para mí no sólo era otra película Pixar, sino que era la “conclusión” de una trilogía increíble que inicio toda una nueva era en materia de animación. Y no era la única; al entrar al cine vi a varios universitarios con hermanos menores entrar a ver la cinta lo que corrobora el entusiasmo y el nerviosismo que teníamos la denominada “Generación Toy Story”.

Nerviosismo porque desde que se lanzó el sneak peek, sabíamos que esta historia seria profunda y dramática; un Andy mayor, universitario, que dejaría a sus juguetes abandonados y que, ¡Eligió entre Woody y Buzz!, ¡Y eligió a Woody! Solo esa escena dejó “marcando ocupado” durante meses a toda la fanaticada que imaginábamos miles y miles de conjeturas al respecto. Pero como buena película Pixar, el drama, la acción, el romance y las risas están en las dosis precisas para entretener a la audiencia.

Partimos con una increíble aventura sacada de la imaginación de Andy que nos hizo reír antes de los primeros 5 minutos y seguimos con una seguidilla de videos caseros que se encargan de mostrarnos el paso del tiempo, no sólo de Andy, sino la evolución del estudio mismo, ¡Cómo nos acordábamos de los humanos casi poligonales y plásticos de las primeras dos películas en esas emotivas secuencias!

Luego de ello, varios mayores en el cine comenzamos a sentir una oleada de culpa al pensar en nuestros juguetes perdidos al ver los frustrados intentos de los juguetes de Andy por llamar su atención, su desesperanza y la pérdida de Betty y muchos otros personajes entrañables (Pizarra, Rocky, Anteojos) por el inflexible paso del tiempo. Pero no queremos que el tiempo avance y esto, gatillado con la elección de Andy que fue malinterpretada por los juguetes, genera cambios de personalidad y lealtad dentro del grupo. Hasta el propio Woody se debate entre su amor incondicional por su amo y su añoranza a los días pasados, a volver a ser mal que mal solo un juguete”.

Pero todos estos sentimientos profundos se enmarcan en una aventura tan divertida que las dos horas de película se pasan volando. Los juguetes llegan a esta guardería donde creían volverían a ser como antes pero tarde o temprano caen en la cuenta que se encuentran en una prisión de máxima seguridad. Es aquí donde se encuentran las mejores escenas de “acción” y los mejores gags de toda la película. Los nuevos personajes están perfectamente logrados, siendo, Ken quien se lleva de manera indiscutida las mayores carcajadas de la audiencia. Sin embargo, una vez los juguetes hayan pasado los peligros (unos que nos dejarán con el corazón en la boca y atónitos con la calidad de los efectos especiales), los juguetes deben volver a su hogar y a su realidad: a enfrentar la partida de Andy y a Woody con una decisión que tomar en un final que dará que hablar.

La realidad sin tapujos en contraste a los cuentos de hadas es una marca registrada de este estudio después de todo. Los juguetes aman a Andy y Andy a ellos, pero algo nos decía que, tal como los padres a sus hijos, no todo es para siempre y no debemos retrasar el encuentro de nuestro propio camino por aferrarnos a las cosas que amamos… u odiamos. Que debemos aferrarnos a los buenos sentimientos y dejar que algunas cosas sigan su curso. Y a mi juicio, el final que Andy decidió darle a sus juguetes, por muy triste y controvertido que resulte, era el más adecuado. Un final que incluso es un mensaje en una era de consumismo y cultura desechable, que habla de la importancia de los legados y el valor de los objetos y uno de los más perfectos que se puedan encontrar dentro del cine. Un diez merecido a esta película. Perfecta. Pixar lo volvió a lograr.

Mención aparte: La merece el actor de doblaje Latinoamericano de Woody, aún así sintiendo la pérdida de Carlos se notó un esfuerzo notable a la continuidad de su predecesor sin desmerecer al personaje. Un muy buen trabajo, muy pocos habrán notado la diferencia.

Calificacion AB: 10 (Perfecta)

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